Sydney Rosen recoge en el libro de cuentos didácticos de
Milton H. Erickson en “Donald Lawrence y la medalla de Oro” cómo Erickson entrenó mentalmente a un mediocre lanzador de peso y le convirtió en medalla de oro olímpico. Estoy convencido de que físicamente se entrenó otro tanto, pero este es un blog para preparadores mentales.
Si algo destaca en el relato de Rosen es la ingenuidad del proceso, y de cómo Erickson contaba sus proezas. Una ingenuidad especial, humilde y sobre todo sincera: desde luego no podemos ni pensar por un momento que es falso lo que nos cuenta Rosen por boca del mismo Erickson.
Antes de pasar a la historia contaré un entrenamiento similar que realicé a uno de mis clientes no hace mucho tiempo. Como podrás observar la moraleja de la historia es distinta a la historia de Erickson: él logra el resultado de una forma intencionada, en mi historia la casualidad tuvo mucho que ver.
Empecemos.
Hace un tiempo vino a verme un alto ejecutivo: deseaba dejar de fumar. Llevaba fumando toda su vida y ahora una vez cumplidos los cincuenta se había planteado muy seriamente dejar su hábito. En sus más de treinta años de fumador sólo una vez se había planteado dejar de fumar y lo logro tan sólo por un corto espacio de tiempo. En mis entrevistas lo primero que hago es hablar con mis clientes distendidamente de su habito y en esta conversación siempre aparecen numerosas anécdotas, curiosidades y aficiones, que me son de gran utilidad para la inducción posterior. Así hice y al poco me comentó de su afición al golf y de lo ilusionado que estaba por haber sido invitado a participar con un selecto grupo de directivos en un pequeño y mucho más selecto campeonato en el que sólo se puede participar si se es invitado por uno de ellos: ocio y negocio se daban la mano.
En la sesión empleé como metáfora una competición de golf. Ciertamente el jugador de golf se concentra de tal forma, así lo sabemos quienes hemos jugado, que entra en un pequeño trance. Le fui relatando detalladamente su juego, desde el momento en el que entra en el campo, el contacto con el césped, la humedad, la luz y de cómo se van sucediendo los golpes, cómo eliges el palo adecuado en cada momento y de cómo te preparas para tomar el putter y patear con esa especial concentración.
Regresó de su “partido mental” profundamente descansado y con una profunda amnesia. Nos despedimos.
Días después acudió a su segunda cita y en la conversación inicial, sin venir mucho a cuento me dijo, que en el partido que había jugado con su nuevo grupo había jugado especialmente bien: todos reconocieron su calidad juego y celebraron su maestría con el putter. No le dije nada. También había dejado su hábito. Tampoco hablamos mucho de ello.
Chomin Alonso
DONALD LAWRENCE Y LA MEDALLA DE ORODonald Lawrence estuvo practicando el lanzamiento de la peso durante todo un año. El entrenador de la escuela secundaria donde el iba se ofreció a entrenarlo gratuitamente durante un año entero, todas las noches. Donald media un metro noventa y cinco, pesaba cerca de 130 kilos sin un solo gramo de grasa, y el entrenador tenía la gran ambición de conseguir con él el premio nacional de lanzamiento de peso para escuelas secundarias. Al final del año, cuando faltaban quince días para la competencia, Donald solo lanzaba el peso a 17 metros con 40 cm. ... lo cual estaba muy lejos de la marca establecida.
Su padre estaba interesado en la cuestión y vino a verme con Donald. Le dije a Donald que se sentase y entrara en trance; que levitara su mano y aprendiera a sentir los músculos de todo su cuerpo; y luego que viniera a verme otra vez, entrara en trance y me escuchase. Le pregunté entonces si sabía que nadie podía correr la milIa en menos de cuatro minutos hasta que Roger Bannister superó esa marca ... después de muchos, muchos años en que nadie pudo hacerlo. Le indague si sabia de que manera lo había logrado Bannister.
Le conte: "Bueno. Bannister, que -estaba familiarizado con toda clase de deportes, sabia que una carrera de esqui se puede ganar por una centésima de segundo, por una décima de segundo; y entonces comenzó a darse cuenta de que los cuatro minutos de la milIa significaban 240 segundos. Y que podría bajar la marca de cuatro minutos con solo ser capaz de correr la milIa en 239 segundos y cinco décimas de segundo. Una vez que pensó en eso, bajó la marca de los cuatro minutos para la milIa."
Y agregue: "Tu ya has lanzado la bala a 17 metros con 40 centímetros. Ahora bien, respóndeme sinceramente, Donald: ¿crees tú que hay alguna diferencia entre 17 metros con 40 centímetros, y 17 metros, 40 centímetros y 2 milímetros?"
"No, por supuesto que no la hay", contestó él.
" ¿ Y entre 17 metros con 40 centímetros y 17 metros con 40 centímetros y 4 milímetros?"
"No", volvíó a responder.
Y así seguí subiendo hasta llegar a 17 metros con 70 centímetros, y el no encontraba diferencia alguna. Tuve después un par de sesiones más con él, en las que lentamente amplié esa posibilidad. Y dos semanas mas tarde el batía el record nacional para escuelas secundarias.
El verano siguiente vino a verme y me dijo: "Me voy a los Juegos Olímpicos; quiero su consejo."
Le dije: "El record olímpico para el peso está en 18 metros con 60 centímetros. Tu tienes apenas 18 años. Estaría perfectamente bien si trajeras de vuelta la medalla de bronce. No traigas ni la de plata ni la de oro, porque estarías compitiendo contigo mismo. Deja que Perry y O'Bryan traigan la de oro y la de plata."
Perry y O'Bryan 1o lograron y Donald volvió con la medalla de bronce.
Luego se disputaron las Olimpiadas en México. Donald vino a verme y me dijo: "Me voy a la ciudad de México."
"Ahora tienes cuatro años más de edad, Donald", le dije yo. "Estaría muy bien que trajeses la medalla de oro." Y volvió con la medalla de oro.
Cuando estaba por ir a Tokio me pregunto: "¿Que haré en Tokio?"
"Los triunfos atléticos requieren un tiempo de maduración", Le conteste. "Saca de vuelta la medalla de oro."
Vino al país con ella, y después ingreso a la facultad de odontología. Allí se entero de que podía participar en dos encuentros a los que tenia ganas de concurrir. Vino y me dijo: "Se aproxima la fecha del encuentro universitario; es oficial. ¿Qué haré con respecto al lanzamiento del peso?"
"Donald", le dije, "la gente siempre se impone limitaciones. En los Juegos Olímpicos hace años y años que no pasan de los 18 metros con 60 centímetros. Francamente ignoro hasta donde puede ser lanzado un peso, pero estoy seguro de que se pueden superar los 18 metros con 60, y me pregunto si no podrá ser lanzado hasta los 21 metros. Así que, ¿por qué no logras alguna marca intermedia entre los 18 con 60 y los 21 metros?" Me parece que obtuvo 19 metros con 50 centímetros.
La vez siguiente vino y me pregunto: "¿Y ahora que hago?" "Donald", contesté, "ya has demostrado que era posible superar lo que fue durante mucho tiempo el record olímpico, cuando llegaste a 19 con 50. Y ese no fue más que el primer intento. La próxima vez, fíjate cuanto puedes aproximarte a los 21 metros."
"Muy bien", replica Donald. Lanzo el peso a 20 metros.
Le conté al entrenador del equipo de Texas todo lo referente a la manera en que yo lo había preparado a Donald. El entrenador me escucho con suma atención y me dijo: "Estoy preparando a Masterson para lanzar el peso."
Cuando le contó a Masterson como había preparado yo a Donald Lawrence, Masterson dijo: "Si esa es la forma en que Erickson lo preparó a Lawrence para obtener la marca, veré cuanto más lejos que Lawrence puedo lanzar yo el peso"
La lanzo a 21 metros. Creo que ahora la marca esta en 21 metros con 10 centímetros.
Mi voz irá contigo. Sidney Rosen